¡Hay que sospechar de la luna! El grito salió de la garganta de un hombre. Su aspecto evocaba la sinonimia de la ruina. Era un despojo de los estados guerreros, un señor venido a menos, un agónico de la industria editorial.
El azul celeste de su traje ya había muerto. En el cuello, una pajarita amarrada a la perfección constituía el hilo que las parcas no se decidían cortar. Tenía en la mano una hoja de revista amuñuñada en la que apenas se leía “Seul 6G…”.
Transpiré la tristeza dentro del pullover que usaba ese verano en Seatlle, que a 22°C me vendió como un alien. En diálogos casuales me refirieron al hombre como a Benny Bradley, un cadáver insepulto de la sección US & World. Había trabajado en la edición impresa del Seattle Post-Intelligencer, hasta aquel infame marzo 18 de 2009, el día que recibió el memo.
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No dejo de sentirme culpable. Soy parte de la diáspora de Venezuela. Literalmente ahora vivo en el Olimpus-Apartments, a siete calles de la empresa que fue la vida de Bradley. Escribo misceláneos para la sección de Tecnología, puesto que me gané gracias a mis trabajos como “evangelizador de IOTA”. Ahora todo es digital. Poco de lo que hago tiene que ver con la luna, o almenos eso creo. De lo que si estoy seguro es que gano menos de lo que Bradley recibía al mes.
Los estados guerreros
En este mundo tan encarnizadamente competitivo todos leemos los mismos libros y nos aprovechamos de ellos. Mi paga estaba justificada por la decantación en lenguaje llano de las maravillas de la tecnología. Confieso que acudía a historias para narrar a los clientes potenciales sobre las extravagancias de los gadgets. Eso creaba efectos extraordinarios en ciernes para alumbrar las cosas que aterrizarían en las landing e-commerce.
Sin embargo, como ejercicio, con puntualidad cada 30 días dejaba sobre la mesa del editor un trabajo de profundidad. Escribía en torno a las cosas que me carcomían el alma. El título que dejé en la bandeja del correo electrónico fue: Los estados guerreros y el secreto de la 6G. Me esforcé por hacerlo atractivo, nada mejor que una guerra para hacer estómago a la lectura.
Yo estaba seguro que alguien en Washington y otro en Seúl estaban hojeando a Sun Tzu de manera coordinada. El arte de la distracción estaba puesto sobre la 5G, Huawei, los espías y “las ruindades de China”. Era un humo tan denso que hacía invisible la inexistencia de la 5G en EEUU y la aparente inocuidad de las nubes de satélites de Jeff Bezos. Era sumamente extraño que Elon Musk se prestara para darle un aventó al espacio a los chicos de la NASA. El empecinamiento con Tik Tok me hizo sudar las 1.200 palabras del reportaje.
Sentado en el zócalo
Sin embargo esa fresca mañana de verano tuve una extraña sensación. El viejo estaba sentado en el zócalo que rodeaba a un mini jardín frente a la Segunda Avenida. Allí me escondía yo y al parecer él también lo hacía.
Seguro estaba que él había leído las últimas noticias llegadas de Corea del Sur. Ya eran públicos sus planes para el desarrollo de la próxima generación de redes de datos 6G. Merecidamente iban un paso adelante. Fueron los primeros en implementar en casi todo su país las redes de 5G. Abiertamente superaron a China en la tarea. Los estados guerreros no solo hacen gala de lo que pueden decir, sino que son muy poderosos por lo que pueden callar. Seúl lanzará un proyecto piloto el año 2026. La red 6G será 50 veces más rápida que la 5G y llegará a velocidades de 1 Terabit por segundo.
Un amigo de IOTA
Todo esto me contrajo. ¿Qué tiene que ver nuestro satélite natural con la 6G de Seúl? Tomé mi teléfono y le hice una llamada a Teolbaldo Rodríguez, director-fundador de IOTA Latino. Tras dar detalles de las circunstancias le dije: el viejo gritó ¡Hay que sospechar de la luna!
Teobaldo abusó de mi plan de datos al quedarse por varios segundos en silencio. Sé que pensaba una respuesta, pero yo la quería rápido. Me preguntó sobre una frase que usé: ¿los estados guerreros, dijiste? Y se explayó en comentar que la luna es el satélite más grande que en relación a su planeta orbita en el sistema solar. Enumeró a India, Japon, China, Rusia y Estados Unidos que califican como los estados guerreros referidos. Creó una teoría conspirativa sobre el uso comercial que podrían estar por darle. “Imagina cuanto sería en ahorro en cables y recursos humanos si a una velocidad mínima de 1 Terabyte por segundo rebotamos contra la superficie de la luna y un enjambre de satélites datos para que transporte Internet”… Al final me dijo: Que buscas, ¿sabes lo que va a beneficiar a la IOTA una velocidad de 6G?.
Cómo hablar con un amargado
La cara de Benny Bradley era realmente perturbadora. Tenía que saber qué estaba en sus pensamientos. Temía que un escupitajo me impactara tras resonar con acento de MLB big-leaguer el primer “excuse me”.
Algo me decía su ira derivaba del derrumbe de la prensa lucrativa de los Estados Unidos. Es un episodio que está ocurriendo. Es la muerte de un modelo de negocio e incluso de una profesión. Bradley trabajó en uno de los grandes diarios que cerró en 2009: el Seattle Post-Intelligencer.
A ojo de buen cubero encontraba a Bradley de mi misma edad. Sin embargo era uno de los cientos de casos que conocía: nunca hizo la transición a lo digital. Reuní el valor necesario cuando lo vi como una foto: Siempre estaba con el traje azul celeste desgastado. De haberlo visto en domingo con una camisa hawaiana jamás me le hubiese acercado. Era un paria de los estados guerreros.
El encuentro esperado
Tras el saludo, hablar del clima, e invitarle un café, le pregunte: ¿Por qué hay que sospechar de la luna? No me respondió enseguida. Solo estaba a la merced del plan de datos de Dios. Me miró con ojos perturbadores y me dijo: Are you spying on me?
Al parecer no había sido una buena idea abordar al “loco Bradley”. No sé qué tenía en mente. Sin embargo se dirigió a mí y me dijo: ¡Hey tú, españolo!; me gusta hablar en tu lengua, es fea y complicada, pero la uso para alejar al alzhéimer.
Lo miré y dije: ¿Y cómo sabías que yo hablaba español? La respuesta fue: ¿Seriously? “Pero bueno, vamos al asunto. Washington, además de la United States Space Force, creó una alianza con Corea del Sur. Ellos colocan la 6G y la Nasa trasforma al Lunar Atmosphere and Dust Environment Explorer en planta de comunicaciones. ¡Hay que sospechar de la luna!”, insistió.
La revelación obvia
Bradley bajó significativamente el tono de voz. “Los estados guerreros, siempre actúan de la misma manera”. La velocidad en las comunicaciones no son un fin en sí mismo, dijo. Gana el que tenga más proyectos en tecnología sanitaria, contenido inmersivo, conducción autónoma, ciudades inteligentes y fabricación inteligente.
El hombre hizo silencio. Me dejó solo tal vez esperando que le invitara otro café. Parecía una teoría conspirativa. Pero no veía el centro. Lo miré de forma sostenida tratando de sumergirme en su mente. Él lo permitió hasta que relució un dejo de incomodidad.
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¿Bradley podrías explicármelo mejor? “Es sencillo españolo. Yo tengo a la policía espacial y al poder de transmisión de datos. Tu tiene los procesos y la Inteligencia Artificial. Ahora, si dentro de los estados guerreros EEUU se ha destacado por vender armas”….
¡Claro, respondí para mí mismo, “¡hay que sospechar de la Luna! Las micro transacciones machine to machine, la Inteligencia Artificial y los desarrollos son las armas de la Cuarta Revolución Industrial. EEUU está peleando con China es por las balas, pero ahora las consiguió exclusivas y más baratas en el mercado de Seúl”.
“Así es mi querido españolo. Llegaste solito al tema. Te agradezco ahora que somos amigos me compres un “Juan Valdez”, expreso, con doble de caramelo en la tienda de la esquina.